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En la actualidad el número de mujeres dedicadas a las actividades deportivas ha aumentado considerablemente. No solo para alcanzar una mejor condición física, por motivaciones de índole estética o un estado de salud idóneo. Ya las mujeres han alcanzado un altísimo nivel de profesionalización en muchas disciplinas deportivas.

Pero es innegable que hay diferencias físicas entre los hombres y las mujeres que obligan a tener en cuenta ciertas especificaciones que deben afrontarse en la formación y el entrenamiento de las deportistas.

Entrenar, competir y no lesionarse

Sin entrenamiento no es posible que un deportista alcance los niveles de rendimiento imprescindibles para su desempeño en cualquier competición. Y es obvio que el entrenamiento variará en muchos factores acordes con la disciplina deportiva que se practica. Ahí está la base no solo del rendimiento sino de la posibilidad de evitar lesiones.

Al tenerse en cuenta esta etapa el acondicionamiento o preparación para posteriores ciclos más avanzados, puede incurrirse en un excesivo esfuerzo que arruina toda planificación. Justamente por eso han de identificarse los requerimientos de cada deportista en su caso particular, mediante una completa evaluación.

En el caso específico de la mujer deportista es de particular interés porque según estudios realizados muchas de ellas se inician en alguna actividad deportiva menos adaptadas o acondicionadas que los hombres.

De la misma manera ha podido observarse que en ciertas lesiones influye el hecho de que la masa muscular es menor en la parte superior del cuerpo femenino. Eso implica que para la mujer deportista la rutina de entrenamiento de la parte superior del cuerpo exige un entrenamiento y unas precauciones distintas.

El aumento de las horas dedicadas al entrenamiento y la frecuencia de las competiciones representan de por sí una mayor posibilidad de sufrir lesiones. Es en este punto cuando entra en juego la formación del cuerpo técnico encargado de un atleta o de un determinado grupo deportivo.

Sobre todo deben estar preparados para ejercer su profesión con el pleno conocimiento de que las maneras de entrenar y su intensidad son distintas cuando se trata de mujeres. No tener presente las diferencias anatómicas y de posturas de las mujeres puede ser en ellas la causa de una mayor frecuencia de lesiones en los ligamentos de las rodillas.

Algunos estudios realizados han dado conclusiones muy puntuales. Una es que en las mujeres que practican deportes como el voleibol, el baloncesto y el fútbol es más frecuente el padecimiento de lesiones en el ligamento cruzado anterior de las rodillas. Esto puede explicarse porque su forma de caer después de un salto es distinta a la de los hombres.

Queda claro que se imponen formas de entrenamiento y práctica diferentes, sumadas a algunas correcciones o modificaciones acordes con el sexo del atleta.

Observar y prevenir para no lamentar

Una vez identificadas las causas de diverso tipo que provocan ciertas lesiones en las deportistas y en determinadas partes del cuerpo con una mayor incidencia que en los hombres, corresponde emprender las correcciones y cambios necesarios.

Una primera recomendación en cuanto a las lesiones provocadas por las caídas o en los saltos, es que en las deportistas debe hacerse énfasis en el acondicionamiento apropiado para utilizar los músculos grastrocnemius o músculos gemelos de las pantorrillas.

Asimismo se recomienda instruir a las mujeres en una forma correcta de aterrizar y flexionar más las rodillas en ese mismo trance. Si a ello se suma un notable incremento y mejoría en los niveles de fuerza combinado con la apropiada inclinación del cuerpo, se minimiza el riesgo de indeseables percances que afecten un correcto desempeño.

Un factor esencial es lo que se conoce como la tríada de la atleta femenina, la cual se refiere a la relación existente entre la alimentación, la menstruación y la densidad ósea.

Prevenir los trastornos de esa tríada, además de evitar problemas de crecimiento  y desarrollo, aleja el riesgo de lesiones y de pérdida de resistencia y fuerza.

Por eso nunca está de más en insistirse en las diferencias entre hombres y mujeres en la práctica de los deportes. Una de esas diferencias es la hormonal, ya que en los hombres son superiores los índices de testosterona, la cual influye directamente en lo relativo a la masa muscular y la fuerza.

En ese mismo sentido es que debe considerarse cuánto pueda afectar a una atleta su ciclo menstrual. Sin duda que el rendimiento no es el mismo en las distintas fases de este ciclo fundamental en la vida de una mujer. En las atletas es de suma importancia el adecuado consumo de calorías, en particular durante la menstruación.

Teniendo en cuenta lo que concluyen muchos estudios, investigaciones y experiencias en el campo de la medicina deportiva, deben diseñarse estrategias de entrenamiento bajo la estricta observación de especialistas en la salud de las deportistas. Y debe responder a la combinación perfecta de buenos hábitos de alimentación, periódicas evaluaciones médicas y entrenamiento según las características propias del cuerpo femenino.

Si bien es cierto que practicar un deporte es bueno para la salud mental y física, también lo es que hay que realizarlo de la manera correcta para que no implique riesgo de daños corporales irremediables.

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